Alberto García-Alix es un fotógrafo nacido en León en 1956 que se instala en Madrid con 10 años. Es uno de los fotógrafos más representativos de la escena artística española de las últimas décadas, ganador del Premio Nacional de Fotografía en 1999 y uno de los protagonistas destacados de la llamada Movida Madrileña. Sus más de treinta años de carrera constituyen un documento de una época fascinante de la reciente historia del país. Los cambios sociales y culturales experimentados desde los años ochenta se plasman en su fotografía desde una óptica autobiográfica y opuesta a los estereotipos. Alberto García-Alix es un fotógrafo de la experiencia, como los nuevos poetas, que vive lo que narra y no se limita a mirar.
Aunque la obra de García-Alix no está marcada por aportaciones innovadoras en el terreno conceptual-creativo de la fotografía su valor radica más allá del mero tratamiento superficial artesano de la fotografía, lo cual pueden y hacen cotidianamente cientos de fotógrafos y diseñadores con la fotografía, sino la calidad unida a la acción de captar, retratar y presentar a los individuos de su ambiente y su entorno. Es el cuerpo de su obra, su intención claramente definida en desenmascarar el mundo que lo rodea y mostrarlo. Lo grotesco y lo feo tal como aparecen en muchas de las vistas fotografiadas por García-Alix representan ambigüedad y cambio. No es posible permanecer estáticos mentalmente ante estas representaciones que confrontan al espectador, que muestran rincones descarnados de humanidad, deseo, placer y descaro. Las imágenes movilizan las energías sociales empujando la apertura y la honestidad de la existencia.Es precisamente la vida lo que retratan sus fotografías llenas de hombres, mujeres y ambientes que tantas veces fueron tachados de inmorales. Sus putas y drogadictos plasman vivencias propias y ajenas que para la mayoría de los espectadores resultan expresiones de un mundo desconocido. La obra de Alix tiene la melancolía inevitable en un artista que sigue vivo a pesar de los virus y las adicciones. El mismo reconoce que la heroína y la hepatitis C fueron dos grandes enemigas que sin embargo le dejaron el poso de sabiduría necesario para construir que son“una puerta a la vida y a la conciencia de la realidad”. Y aunque la fotografía no puede “salvar a nadie”, desde los años 70 ha sido para él un camino abierto hacia la comunicación y el conocimiento. Las motos Harley Davidson, los tatuajes, la música y la noche han sido sus musas de inspiración.
Sara Moubachir Rivas
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